Relato corto
"El hombre no es nada, la mujer es algo" (Tucídides).
La mañana de sábado amaneció nublada y
lluviosa. Carlos se levantó pasadas las diez y desayunó deprisa. Tras apurar el
café bajó al supermercado para hacer la compra de la semana. No había nada que
le molestara más que tener que malgastar el tiempo libre del fin de semana en
comprar, pero su trabajo en el bufete en régimen de semiesclavitud no le dejaba
tiempo para hacerlo de lunes a viernes.
Al entrar al supermercado saludó al cajero,
un ex compañero de clase del colegio.
-¿Qué tal José Manuel? Te veo agobiado.
- Hola Carlos, y que lo digas, dijo
mientras pasaba un brick de leche por la caja, todavía no han llegado ni Vanesa
ni Yolanda, y no puedo ni llamarlas, los móviles llevan toda la mañana sin
funcionar.
Carlos miró su teléfono y comprobó que
tampoco tenía cobertura.
-Debe ser algún fallo de las antenas. No
te preocupes, habrán pillado atasco, cuando llueve la gente parece que se
olvida de cómo se conduce.
-Ya, ya, atasco el que tengo yo aquí.
Tras coger el carro, Carlos comenzó su
particular ruta recorriendo los pasillos. No solía hacer lista, simplemente paseaba,
miraba y cogía lo que se le iba antojando hasta repasar todos los estantes.
Mientras caminaba observando a izquierda y
derecha, saludó al vecino del cuarto, vio cómo un padre y su hijo decidían
cuáles eran las mejores galletas de chocolate y comprobó que el atasco de caja
también había llegado a la carnicería donde Antonio no tenía a nadie que le
echara una mano.
Al llegar a los lácteos, se encontró con tres
hombres que carrito en mano cogían yogures con bífidos, calcio y vitaminas
varias.
-Para que luego digan que la mujer es el
sexo débil, pensó. Desde que pusieron parking en el súper siempre está lleno de
hombres haciendo la compra.
Tras terminar el quinto y último pasillo,
se dirigió a la caja donde sin querer escuchó la conversación de dos amigos que
le precedían en la cola.
-Esta mañana cuando me desperté, mi mujer
no estaba en casa. Me levanté algo más tarde de lo normal pero no tanto como
para que no me esperase para salir…
-
A mi me ha pasado lo mismo, no ha sido capaz ni de dejarme una nota…
Al salir a la calle, durante el camino de
vuelta, Carlos se cruzó con un joven que corría por la calle, con un abuelo que
paseaba al perro, con dos niños que, pelota en pie, se dirigían a un campo de
fútbol cercano…
Cuando llegó a casa colocó la compra en el
frigorífico y se sentó en el sofá. El móvil seguía sin cobertura, ni siquiera
el wifi de casa funcionaba, así que puso la tele para entretenerse un rato.
En las noticias el presentador de un
boletín extraordinario anunciaba la desaparición de mujeres por todo el mundo.
Pueblos y ciudades de todos los continentes habían amanecido poblados por
hombres, sólo por hombres.
Tras la sorpresa inicial, la angustia
comenzó a apoderarse de él. Intentó
llamar a casa de sus padres, pero los teléfonos seguían sin funcionar. Salió a
la calle precipitadamente y comenzó a andar. Mirase a donde mirase sólo veía hombres,
hombres y más hombres. Los corrillos comentando la extraña noticia comenzaban a
aparecer en cada esquina y en cada plaza de la ciudad.
-Mi mujer y mi hija han desaparecido.
-Vayamos a la Policía, deben saber algo.
-Está pasando en todo el mundo.
La lluvia comenzó a arreciar y Carlos se refugió
en el soportal de un bloque bajo la mirada desconfiada del portero.
La ciudad estaba desconcertada y el
nerviosismo se palpaba en la población, una población de hombres, sólo de
hombres.
Mientras tanto, en el cielo los rayos comenzaron a aparecer
seguidos del grave sonido de los truenos.
En el bar de la esquina, los curiosos se arremolinaban
en torno a la televisión donde los presidentes de las distintas naciones daban
ruedas de prensa intentando justificar que no sabían nada y que a pesar de lo
ocurrido todo (nada) estaba controlado.
El día fue avanzando y la angustia inicial
se convirtió en un estado permanente de intriga y aceptación.
Tras
un último trueno que pareció quebrar el cielo, la tormenta comenzó a amainar.
Poco a poco las nubes fueron desapareciendo y el cielo se fue despejando hasta que a media tarde se vieron los primeros
rayos de sol del día.
La tormenta había cesado y los aparatos
eléctricos comenzaban a funcionar de nuevo. Carlos encendió el ordenador y
comenzó a buscar información sobre lo que estaba ocurriendo en el mundo.
Aquella noche fueron pocos los vecinos que
pudieron dormir. Pasadas las tres de la mañana la calle seguía repleta de
gente, de hombres, sólo de hombres.
El cansancio se comenzaba a apoderar de
Carlos, que abrió la ventana para tomar el aire. Al mirar en dirección a la
luna vio una multitud de estrellas fugaces caer al unísono. De nuevo volvió a
refugiarse en el ordenador y siguió buscando y buscando… sin encontrar nada.
A la mañana siguiente ninguna mujer fue
vista en ninguna ciudad o pueblo del mundo, tampoco el día posterior, ni pasada
una semana, ni un mes, ni un año, ni diez…
Epílogo. Durante la Edad Media los pueblos
conquistadores convirtieron el secuestro de mujeres de civilizaciones enemigas en
una práctica habitual. La falta de mujeres dejaba los poblados y ciudades
yermos, infértiles y condenados a su desaparición.
Desde los años 70 el ser humano ha enviado de forma continua mensajes al espacio indicando la posición y coordenadas del planeta Tierra. La propia Nasa emitió la canción de los Beatles Across the Universe. También fueron enviados dibujos de 8 bits codificados e incluso el directorio completo de Craiglist. En el año 2015, astrónomos del SETI advirtieron de que enviar mensajes al espacio es imprudente y potencialmente catastrófico.
Jacinto Martín Ruiz
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