Relato corto
"La verdad se
corrompe tanto con la mentira como con el silencio" (Cicerón).
En el año 2011 el profesor de historia William Lester,
descubrió un documento inédito de fecha 12 de diciembre de 1963 en el que John
Fitzgerald Kennedy escribió a Richard Helms, director de la CIA, exigiéndole que hiciera públicos los
documentos clasificados “top secret” relacionados con OVNIS. El Presidente
temía que la antigua Unión Soviética confundiera dichos fenómenos con maniobras
militares estadounidenses desencadenando la guerra. Diez días después JFK fue
asesinado.
Nevada, 13 de diciembre de 2016, 7:30 a.m.
-Señora Presidenta, en breves momentos aterrizaremos en la
base.
-Perfecto, preparen el coche presidencial.
Cada año, la misteriosa base militar Área 51 es el destino de
millones de dólares de los presupuestos de Estados Unidos que, amparándose en
el secreto militar, no son detallados ni justificados de modo alguno ante las
Cámaras. Pero la recién elegida Presidenta estaba dispuesta, incluso antes de su
proclamación y aunque no suela ser frecuente, a cumplir su promesa electoral.
Al ser preguntada sobre los fenómenos OVNI y el Área 51 durante la campaña de
las elecciones presidenciales del mes de noviembre, declaró: “Sí, voy a llegar
al fondo de esto”.
Hacía unas semanas Helen se había convertido en la persona de
confianza de la presidenta, una inoportuna baja por agotamiento de su anterior
jefe de protocolo la convirtió en la mano derecha de Hillary.
Helen bajó del Air Force One y subió en “la Bestia” [1]
junto a la Presidenta. Además del conductor, las acompañaba un obligado e
incómodo compañero de viaje, el Vicedirector de la CIA.
La desconfianza porque se le ocultara la realidad del uso del
Área 51 había precipitado la visita. Hillary reflejaba en su rostro una
seriedad que contrastaba con su euforia interior por las recién ganadas
elecciones.
Tras salir de la pista
de aterrizaje recorrieron varios kilómetros hasta llegar al primer puesto de
control.
-Autorización, preguntó un militar armado con metralleta.
-Es el coche presidencial, respondió el conductor.
-Autorización, insistió el soldado.
El Vicedirector de la CIA bajó la ventanilla y un leve gesto
de su mano derecha fue suficiente para que se abriera la barrera.
-Hay lugares a los que ni un Presidente puede llegar por sí
mismo.
Aquel comentario aumentó más si cabe la desconfianza de la
Presidenta que lejos de permanecer callada respondió a su acompañante.
-Muchos de los que pueden llegar hasta aquí por sí mismos
tendrán que dar explicaciones ante el Congreso.
-Son sólo investigaciones militares, Señora Presidenta, tan
caras como necesarias para garantizar la seguridad de nuestro país.
Cuando llegaron a las instalaciones del Área 51, Helen
acompañó a Hillary hasta una sala de reuniones a la que debían acudir varios
puestos de mando de la base, así como el Director de la CIA.
Helen estaba especialmente interesada en el fenómeno
extraterrestre. Aunque no fue suya la idea de captar la atención y los votos del
electorado durante la campaña, había seguido de cerca la evolución de las
declaraciones desde su llegada al gabinete presidencial.
Los escépticos aseguraban que a lo sumo encontrarían
desviaciones de fondos públicos sin saber a ciencia cierta en qué dirección
podían salpicar. Pero para muchos había realidades que eran innegables… Si el
hombre llegó a la luna en 1969, ¿por qué no volvió a ir?...La Tierra es solo un
pequeño planeta que gira en torno a una estrella mediana situada en una de las
millones de galaxias que hay en el espacio… Es absurdo pensar que no hay más
vida en el universo…
Pasados algo más de diez minutos tres hombres debidamente
uniformados entraron en la sala.
A la Presidenta nunca le gustó jugar con desventaja por lo
que adelantándose a la jugada del oponente tomó la palabra.
-¿Quién está al mando?
El hombre de mayor edad, al que casi le faltaba pecho para
tanta condecoración, tomó la palabra.
-Verá señora Presidenta, la CIA, el Servicio de Inteligencia
y el Ejército tienen distintas competencias, cada una de… Hillary cortó su
frase.
-No creo que sea necesario volver a repetirlo, dijo la
Presidenta.
-Si me deja explicarle…
-¿Quién decide qué gastos se financian con nuestro dinero?, preguntó Hillary.
-Quizá en su mayor parte sea yo, dijo el Director de la CIA.
-Sólo hablaré con él entonces, dijo mirando a Helen y
haciendo un gesto para que los dejaran a solas.
-Esto es una falta de respeto intolerable, dijo el
condecorado General.
-¿Quién le puso al mando del Ejército de los Estados Unidos?,
preguntó Hillary.
-El mismísimo Sr. Presidente, respondió.
-Pues acaba de dejar de estarlo por orden de la mismísima
Sra. Presidenta.
Los dos hombres salieron de la sala a regañadientes. Helen,
que fue la primera en salir, estuvo atenta a sus comentarios.
-… Es una locura… No sabe lo que está diciendo… Nos jugamos
mucho… No estamos preparados para que cambien las reglas del mundo… Ni nos
interesa…
-… La ruleta gira y cada cuatro años nos vemos en la misma
situación, cuándo entenderán que son aves de paso… No pueden poner en peligro
el orden de las cosas… los valores de la gente se desmoronarían… el tratado se
firmó hace años, no estamos en condiciones de quebrantarlo…
Helen intentó disimular pero aquellas palabras se grabaron en
su cabeza “el tratado se firmó hace años, no estamos en condiciones de
quebrantarlo”.
Tras tres horas de reunión, la Presidenta de los Estados
Unidos y el Presidente de la CIA se dirigieron a un hangar contiguo a la sala
de reuniones, Helen los acompañó permaneciendo en un discreto segundo plano.
Tras la oportuna identificación, tres militares corrieron una enorme puerta que
parecía más pesada de lo normal.
-¡Oh my God!, exclamó Hillary al ver su interior.
A la mañana siguiente y ante la expectación creada por la
prensa por la anunciada visita, la Presidenta de los Estados Unidos y el
Presidente de la CIA dieron una rueda de prensa conjunta en la que
desclasificaron varios expedientes, debidamente pactados, que documentaban testimonios
de pilotos de las fuerzas aéreas, pero que no demostraban la existencia de vida
extraterrestre. Los gastos del Área 51 quedaron debidamente justificados.
Tras finalizar la intervención de la Presidenta, Helen, que
había vivido con nerviosismo la rueda de prensa, volvió a casa. Por fin tendría
unos días de descanso en Navidad tras el intenso trabajo de la campaña
electoral y los días posteriores. Subió las escaleras y puso sobre el galán de
su dormitorio el abrigo, la falda, la blusa, la ropa interior… y la piel,
dejando a la vista una fina cutícula verduzca. Cogió el transmisor y su mensaje
fue claro: “el tratado está a salvo”.
[1] Limusina
presidencial valorada en un millón de dólares con extraordinarias medidas de
seguridad.
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