miércoles, 22 de junio de 2016

El hombre que sabía hacer dinero

    

Relato corto


   Tras la copa de bienvenida los invitados fueron pasando al salón principal. Mario había acudido solo a la celebración y, salvo al novio,   no conocía a ninguno de los asistentes. Se acercó al tablón en el que se indicaba el reparto de las mesas y vio que debía sentarse en la número 13. Situada en la esquina más alejada de la presidencia en la que se encontraban los novios, la 13 era una mesa de retales donde fueron ubicados los invitados sobrantes. Nueve personas, cuatro parejas y un hombre, serían sus compañeros de cena.

    Mario, un líder nato, de carácter abierto cuando la ocasión lo demandaba, se aseguró de conocer a toda la mesa antes de que sirvieran los entrantes. Tras haber dado normalidad a la incómoda situación inicial, el orden de los asientos hizo que entablase conversación con los hombres que lo escoltaban a su derecha, Esteban, e izquierda, Gerardo.

    -¿Invitados del novio o de la novia?

    -Del novio, dijo Esteban que al igual que él había acudido solo a la boda.

    -Mi mujer y yo somos amigos de la novia contestó Gerardo, trabajamos en la misma empresa.

    -Yo soy amigo del novio, dijo Mario. Esperemos que en esta ocasión le vaya bien, Juanjo se lo merece.

    (Silencio).

    - ¿Eres compañero de trabajo de Juanjo? Preguntó Gerardo.

    - Yo no trabajo, respondió Mario.

    - Yo también estoy en paro, respondió el escolta de su derecha. Desde hace año y medio que se me acabó la interinidad de auxiliar administrativo de la Junta de Andalucía no me han vuelto a llamar.

    -No no, yo no estoy en paro, dijo Mario con orgullo. Hace años que aprendí a hacer dinero y dejé de trabajar.

    La afirmación de Mario y la seguridad con la que la pronunció atrajeron la atención de sus dos contertulios.

    -¿Hacer dinero? Dijo Esteban.

    Mario pidió al camarero tres copas de rioja para compartir durante su explicación.

    -Dicen que hay que evitar que los árboles te impidan ver el bosque, aunque resulta difícil cuando el camino que nos enseñan a todos consiste en saltar de árbol en árbol. El dinero está ahí, sólo hace falta tener la determinación de cogerlo y con el menor esfuerzo posible.

    Sus compañeros de mesa bebían sorbitos de la copa de vino sin distraer la atención.

    -No creáis que siempre lo vi tan claro. Yo como vosotros salté de árbol en árbol trabajando en banca. Tenía una buena posición, pero trabajaba horas y horas bajo mucha presión. Un día, después de cerrar una operación de préstamo con el dueño de una empresa que facturaba cinco millones anuales y que no sabía ni escribir se me abrieron los ojos. Fui consciente de que si me pagaban diez, era porque había hecho que alguien, que había aprendido a hacer dinero, ganase cien sentado en el salón de casa.

    -Pero la hipoteca hay que pagarla, y los niños conllevan gastos enormes, tener una nómina fija a final de mes es una tranquilidad, dijo el compañero de la izquierda.

    -Sí sí… cuanta más gente piense como tú más dinero habrá para gente como yo. La esclavitud no fue abolida, simplemente evolucionó. Trabajas mañana y tarde por un salario que tienes que invertir en pagar un piso, la factura de la electricidad, el coche, la gasolina…a fin de cuentas trabajas para que otros ganen dinero sin mover un dedo. Y ellos mientras, te tienen entretenido para que no protestes, incluso te generan la sensación de que has progresado en la vida.

    -Pero cambiar eso es imposible, dijo el hombre de la derecha.

    -Cierto, pero si eres consciente puedes elegir entre trabajar o hacer que otros trabajen por ti. Desde aquel día me dediqué a ganarme la confianza de gente a la que le sobraba el dinero y a cuyas empresas había concedido financiación. Incluso entablando verdaderas relaciones de amistad. Cuando te sobra el dinero, no luchas contra el estrés del día a día, luchas contra la monotonía, y no te importa compartir tu posición con tus amigos.

    -Eso podría ser poco ético, dijo el hombre de la derecha.

    -Ya ya ya…, no has entendido nada… la vida no es para inteligentes, es para listos. Para que llore mi madre, que llore la tuya.

    El discurso de Mario fue calando en sus compañeros de mesa durante toda la cena.

    -Hay familias que pagan una hipoteca durante toda su vida para conseguir un piso que cuando terminen de pagar ni siquiera les gustará. Yo tengo tres pisos aquí, cuatro en la costa y un chalet en la sierra, eso son ocho vidas.

    El hombre de la izquierda se resistía a aceptar los argumentos de Mario, mientras que el de la derecha asentía con entusiasmo.

    -El dinero es sólo un medio, no puedes convertirlo en un fin, dijo el hombre casado.

    -Así es, es el medio para tener una vida más cómoda, ya no recuerdo la última vez que madrugué.

    -Pero cómo hiciste el cambio, ¿Dejaste tu trabajo de un día para otro?, preguntó el hombre soltero.

    -No me preguntes cómo gané mi primer millón, lo cierto es que a partir de ahí el resto viene rodado.

    La ceremonia fue avanzando hasta que llegó la deseada barra libre. Mario, JB cola en mano, oteaba la pista de baile desde la barra compartiendo conversación con Esteban. Pero el ambiente no era de su agrado, pasada una hora decidió irse.

      -No me gustan las bodas, me marcho, dijo Mario.

    -Encantado de conocerte, yo también me voy. Hace rato que pedí un taxi desde recepción, hay colas hasta para llamar…Una última pregunta, viniste solo… ¿Malas experiencias con las mujeres?

    -No. Si te casas te equivocas, si te quedas soltero también. No hay solución correcta. Al menos que te quede el consuelo de decidir qué hacer y cuándo hacerlo. Encantado de conocerte y suerte con la Junta.

    Mario salió al exterior del salón de celebraciones y se acercó a un taxi que estaba esperando.

    -¿Esteban? Preguntó el taxista.


    -Sí, respondió Mario.


     Jacinto Martín Ruiz



Relato corto 

1 comentario:

  1. fina ironía con grandes pinceladas de realismo. Da gusto leerte. Algún día me presentarás a Mario, le contaré una historia.

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