Relato corto
Tras la copa de bienvenida los invitados fueron pasando al salón principal. Mario había acudido solo a la celebración y, salvo al novio, no conocía a ninguno de los asistentes. Se acercó al tablón en el que se indicaba el reparto de las mesas y vio que debía sentarse en la número 13. Situada en la esquina más alejada de la presidencia en la que se encontraban los novios, la 13 era una mesa de retales donde fueron ubicados los invitados sobrantes. Nueve personas, cuatro parejas y un hombre, serían sus compañeros de cena.
Mario, un líder nato, de carácter abierto
cuando la ocasión lo demandaba, se aseguró de conocer a toda la mesa antes de
que sirvieran los entrantes. Tras haber dado normalidad a la incómoda situación
inicial, el orden de los asientos hizo que entablase conversación con los
hombres que lo escoltaban a su derecha, Esteban, e izquierda, Gerardo.
-¿Invitados del novio o de la novia?
-Del novio, dijo Esteban que al igual que
él había acudido solo a la boda.
-Mi mujer y yo somos amigos de la novia contestó
Gerardo, trabajamos en la misma empresa.
-Yo soy amigo del novio, dijo Mario.
Esperemos que en esta ocasión le vaya bien, Juanjo se lo merece.
(Silencio).
- ¿Eres compañero de trabajo de Juanjo?
Preguntó Gerardo.
- Yo no trabajo, respondió Mario.
- Yo también estoy en paro, respondió el
escolta de su derecha. Desde hace año y medio que se me acabó la interinidad de
auxiliar administrativo de la Junta de Andalucía no me han vuelto a llamar.
-No no, yo no estoy en paro, dijo Mario con
orgullo. Hace años que aprendí a hacer dinero y dejé de trabajar.
La afirmación de Mario y la seguridad con
la que la pronunció atrajeron la atención de sus dos contertulios.
-¿Hacer dinero? Dijo Esteban.
Mario pidió al camarero tres copas de rioja
para compartir durante su explicación.
-Dicen que hay que evitar que los árboles
te impidan ver el bosque, aunque resulta difícil cuando el camino que nos
enseñan a todos consiste en saltar de árbol en árbol. El dinero está ahí, sólo
hace falta tener la determinación de cogerlo y con el menor esfuerzo posible.
Sus compañeros de mesa bebían sorbitos de
la copa de vino sin distraer la atención.
-No creáis que siempre lo vi tan claro. Yo
como vosotros salté de árbol en árbol trabajando en banca. Tenía una buena
posición, pero trabajaba horas y horas bajo mucha presión. Un día, después de
cerrar una operación de préstamo con el dueño de una empresa que facturaba
cinco millones anuales y que no sabía ni escribir se me abrieron los ojos. Fui
consciente de que si me pagaban diez, era porque había hecho que alguien, que
había aprendido a hacer dinero, ganase cien sentado en el salón de casa.
-Pero la hipoteca hay que pagarla, y los
niños conllevan gastos enormes, tener una nómina fija a final de mes es una
tranquilidad, dijo el compañero de la izquierda.
-Sí sí… cuanta más gente piense como tú más
dinero habrá para gente como yo. La esclavitud no fue abolida, simplemente
evolucionó. Trabajas mañana y tarde por un salario que tienes que invertir en
pagar un piso, la factura de la electricidad, el coche, la gasolina…a fin de
cuentas trabajas para que otros ganen dinero sin mover un dedo. Y ellos
mientras, te tienen entretenido para que no protestes, incluso te generan la
sensación de que has progresado en la vida.
-Pero cambiar eso es imposible, dijo el
hombre de la derecha.
-Cierto, pero si eres consciente puedes
elegir entre trabajar o hacer que otros trabajen por ti. Desde aquel día me
dediqué a ganarme la confianza de gente a la que le sobraba el dinero y a cuyas
empresas había concedido financiación. Incluso entablando verdaderas relaciones
de amistad. Cuando te sobra el dinero, no luchas contra el estrés del día a día,
luchas contra la monotonía, y no te importa compartir tu posición con tus
amigos.
-Eso
podría ser poco ético, dijo el hombre de la derecha.
-Ya ya ya…, no has entendido nada… la vida
no es para inteligentes, es para listos. Para que llore mi madre, que llore la
tuya.
El discurso de Mario fue calando en sus
compañeros de mesa durante toda la cena.
-Hay familias que pagan una hipoteca
durante toda su vida para conseguir un piso que cuando terminen de pagar ni siquiera
les gustará. Yo tengo tres pisos aquí, cuatro en la costa y un chalet en la
sierra, eso son ocho vidas.
El hombre de la izquierda se resistía a
aceptar los argumentos de Mario, mientras que el de la derecha asentía con
entusiasmo.
-El dinero es sólo un medio, no puedes
convertirlo en un fin, dijo el hombre casado.
-Así es, es el medio para tener una vida
más cómoda, ya no recuerdo la última vez que madrugué.
-Pero cómo hiciste el cambio, ¿Dejaste tu
trabajo de un día para otro?, preguntó el hombre soltero.
-No me preguntes cómo gané mi primer
millón, lo cierto es que a partir de ahí el resto viene rodado.
La ceremonia fue avanzando hasta que llegó
la deseada barra libre. Mario, JB cola en mano, oteaba la pista de baile desde
la barra compartiendo conversación con Esteban. Pero el ambiente no era de su
agrado, pasada una hora decidió irse.
-No me gustan las bodas, me marcho, dijo
Mario.
-Encantado de conocerte, yo también me voy.
Hace rato que pedí un taxi desde recepción, hay colas hasta para llamar…Una
última pregunta, viniste solo… ¿Malas experiencias con las mujeres?
-No. Si te casas te equivocas, si te quedas
soltero también. No hay solución correcta. Al menos que te quede el consuelo de
decidir qué hacer y cuándo hacerlo. Encantado de conocerte y suerte con la
Junta.
Mario salió al exterior del salón de
celebraciones y se acercó a un taxi que estaba esperando.
-¿Esteban? Preguntó el taxista.
-Sí, respondió Mario.
Jacinto Martín Ruiz
fina ironía con grandes pinceladas de realismo. Da gusto leerte. Algún día me presentarás a Mario, le contaré una historia.
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